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Un excursionista catalán de 25 años, segundo contagiado de tularemia en Navarra

Un excursionista catalán de 25 años, segundo contagiado de tularemia en Navarra

El joven fue mordido por un topillo mientras realizaba un recorrido por la selva de Irati

Apenas 15 días después de que un trabajador forestal de la zona de Leitza ingresara en el hospital tras haberse contagiado de tularemia, un catalán de 25 años contrajo también esta enfermedad durante una excursión por la selva de Irati. El joven se encontraba caminando junto con tres miembros de su familia por uno de los circuitos que comienzan en Navarra, se adentran en Francia y, posteriormente, terminan de nuevo en la Comunidad foral, cuando fue mordido por un topillo. El incidente tuvo lugar en territorio francés, aunque muy cerca de la frontera.

Así lo relata la madre del afectado, que se puso en contacto con la Federación Navarra de Caza después de encontrar por internet el artículo publicado en Diario de Noticias en el que se informaba sobre el primer contagiado de tularemia. «Nosotros estábamos haciendo el 23 de agosto la ruta que remonta por el río y, ya en la zona de Francia, nos encontramos con un topillo que no reaccionaba y que se quedaba bastante quieto. Mi hijo lo quiso tocar y, entonces, el animal le mordió en un dedo», explica su progenitora, que trabaja como médica en Barcelona.

En un primer momento, no dieron importancia al suceso, ya que la mordedura fue muy pequeña y ni siquiera le provocó sangre. «Él se notó el mordisco, pero nada más», apunta. Sin embargo, al cabo de unos cinco días, su hijo empezó a sufrir dolores de cabeza, una fiebre que iba en aumento y tiritona. «Fuimos al hospital, donde le hicieron análisis. Y a mí se me ocurrió que podría ser tularemia, por lo que le pedí los análisis específicos de serología», cuenta la madre, que indica que, al principio, no relacionaron estos síntomas con lo ocurrido en la selva de Irati. Pero la cosa cambió cuando le comenzaron a salir ganglios en el brazo y se le abrió la herida del dedo, que hasta entonces había permanecido cerrada. «Su cuadro clínico cuadraba bastante con la tularemia, tanto la herida como las adenopatías, los ganglios y la fiebre», afirma.

El joven recibió un primer tratamiento de 14 días de antibióticos, vía oral, pero todavía le persistían los ganglios, que eran muy dolorosos, por lo que se le formuló otro tratamiento de otras dos semanas e igualmente por vía oral. El tratamiento más fuerte contra la tularemia requiere de un ingreso hospitalario, ya que es intravenoso. De hecho, este es el que recibió el trabajador forestal de Leitza, que ingresó en el Complejo Hospitalario de Navarra el 10 de agosto aquejado de una fiebre muy alta. No obstante, en este caso, el paciente no fue mordido por ningún animal, ni tampoco el hombre identificó algún contacto sospechoso que pudiera haber sido el origen del contagio.

Como se recuerda, la Comunidad foral llevaba años sin registrar ningún caso de esta patología transmisible al ser humano y que se produce por la acción de la bacteria Francisella tularensis. Principalmente, afecta a lagomorfos y roedores, pero también se pueden infectar otros mamíferos, aves, peces y anfibios. En las personas, esta enfermedad se contagia con mayor frecuencia en aquellas que tienen relación con la caza, la manipulación de carnes y también quienes trabajan en empleos asociados con la agricultura y la ganadería.

Según el Gobierno de Navarra, la tularemia es un problema que se había producido, sobre todo, en Castilla y León, y en muchos casos se relacionaba con plagas periódicas, de tres o cuatro años, de topillos. Uno de esos primeros brotes, ocurrido en el año 1997, también llegó a la Comunidad foral, donde se declararon tres casos. Los estudios actuales concluyen que, en España, las liebres son un reservorio importante de la enfermedad, mientras que los topillos, en sus explosiones demográficas, son un amplificador de la misma. Precisamente, se da una relación directa entre la densidad de las poblaciones de esta especie y la prevalencia de la tularemia. El momento de mayor riesgo se encuadra en los meses de agosto y septiembre, al finalizar el verano.

La enfermedad presenta, en principio, un impacto bajo sobre la salud en los seres humanos, ya que existen tratamientos antibióticos eficaces. No obstante, uno de los fundamentos más importantes es el de la prevención, por lo que, en este sentido, todavía cobran más relevancia los cursos de cazador formado en sanidad animal que se imparten anualmente por parte de la Federación Navarra de Caza y el Ejecutivo foral. En ellos se traslada a los actores del sector cinegético, entre otras nociones, las recomendaciones sanitarias sobre la eliminación y transformación de los animales muertos.

Asimismo, se hace necesaria una estrecha coordinación entre las sociedades de cazadores y los organismos de agricultura, veterinaria y medio ambiente, con el objetivo de que se difunda una información específica sobre estas cuestiones a todas aquellas personas que vivan o trabajen en el medio rural, o aquellas que lo frecuenten. Una información que, además, esté adaptada a la situación epidemiológica de caza zona.

Fuente. noticiasdenavarra.com

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