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El fuego del diablo

El fuego del diablo

Cuenta la historia que la pólvora fue inventada por los chinos, otros lo atribuyen a los árabes. Los alemanes dicen que el verdadero inventor fue un alquimista, fraile franciscano para más señas. Dice también la tradición que en el siglo XIV reinando en Alemania el emperador Carlos IV se ocupaba el citado fraile apasionadamente de la alquimia o del arte de hacer oro, y que un día que había puesto en un mortero una mezcla de carbón, salitre y azufre se inflamó durante la maniobra, produciendo una explosión que tiró al fraile al suelo. Recuperado del susto, el alquimista reconoció al momento que una mezcla que se inflamaba de aquel modo y era capaz de levantar los objetos más pesados no podía menos de ser importante.

Sin embargo no puede decirse con certeza que el citado fraile utilizó el invento. Al parecer el monje fue decapitado el año 1388 por orden del rey Venceslao de Bohemia a causa de los peligrosos inconvenientes de su invento. Un artista del arte pictórico, por el contario, trasladó al lienzo un accidente sufrido por el monje a consecuencia de una explosión que acabó con su vida. Así mismo, en un libro que relacionaba los descubrimientos de la época, su autor asegura que los árabes habían aprendido de los chinos a efectuar la mezcla, pero que ésta no podía producir los efectos de la explosión, es decir, que ardía pero no detonaba. Existía pues una gran incertidumbre sobre las propiedades explosivas de la pólvora, invento que tanto debía influir en los destinos del mundo. Los que atribuían a los árabes el título de descubridores se fundamentaban en haber leido en un manuscrito árabe de la biblioteca de San Petersburgo allá por el siglo XIV que algunas armas de fuego muy imperfectas eran utilizadas por los mismo.

En algún tratado de artillería francesa se establece, por el contario, a los orientales como los pioneros en la composición de la pólvora, utilizándola para componer artificios que podían moverse por sí mismos y hasta volar por los aires. En España los árabes emplearon este agente para lanzar piedras, especialmente en 1312 y 1323. En Europa la pólvora sirvió para lanzar proyectiles hacia fines del siglo XIII o principios del siguiente. Pero lo que a todas luces es cierto es que el nombre del verdadero inventor quedará siempre sepultado en el abismo de la duda y que al parecer todo se debió una casualidad. En su faceta cinegética la pólvora supuso un cambio sustancial en las armas deportivas. Herramientas que por su enorme dependencia al hombre cazador a lo largo de toda su existencia, desde el más absoluto primitivismo hasta el máximo desarrollo conocido, ha tenido que auxiliarse para su supervivencia.

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