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Lirón Careto «un simpático duende». Cuaderno de campo

Lirón Careto «un simpático duende». Cuaderno de campo

Los pequeños roedores llevan una vida tan callada como desconocida. Su actividad nocturna, los modestos colores de sus pelajes y la sigilosa conducta potencian el que las noticias que de ellos solemos tener se reduzcan a unas cuantas huellas o excrementos y, por supuesto, los restos de su voraz alimentación. Pocas de estas premisas contraviene el Lirón Careto, pero al menos la del aspecto queda rotundamente a mucha distancia del conjunto de sus parientes. Este pequeño roedor, en efecto, puede ser considerado como el más bello y hasta simpático de nuestra fauna, desde el momento en que sobre su faz aparece un marcado antifaz negro que le confiere el típico aspecto de emboscado. Es, por otra parte, gordezuelo, pero muy ágil. Las partes ventrales son blancas, mientras que las dorsales están coloreadas de pardo. El morro resulta bastante menos apuntado que el de los ratones, pero la cola, muy larga, queda rematada por un abultado pincel.

A pesar de disfrutar de una amplia distribución geográfica, este roedor resulta especialmente abundante en las formaciones vegetales de tipo mediterráneo, en las que llega a convertirse en una de las piezas claves del funcionamiento ecológico, al desempeñar el clásico papel de fitófago abundante capaz de aprovechar la energía de las plantas y transmitirla a los depredadores de los que es frecuente víctima.

Trepar, correr, saltar

Podríamos afirmar que el Lirón Careto está a medio camino entre los ratones y las ardillas. Al menos, eso parece desprenderse de su dotación morfológica y nichos ecológicos ocupados. En las manos de un Lirón Careto, con sus dedos largos y finos rematados por fuertes uñas, puede “leerse” una adaptación a la vida arborícola, pero no total, puesto que estos roedores viven también en tierra, por la que se desplazan con suma ligereza.

Otra clara conquista evolutiva reside en su cola larga y poblada, herramienta indispensable para todo el que quiera saltar o desplazarse rápidamente entre las ramas de los árboles. Pero este apéndice no sólo sirve de timón y estabilizador, sino que puede salvar la vida de su propietario, que no dudará en desprenderse de su cola en las fauces de una comadreja o de una gineta, con tal de conservar el resto de su cuerpo.

Los lirones actúan preferentemente por la noche, para lo cual cuentan con una capacidad visual muy aguda y, sobre todo, con un oído finísimo. Sin embargo, estos sentidos quedan prácticamente anulados durante los períodos de letargo invernal y estival, este último caso único entre nuestras especies.

 

Aprovechan la segunda primavera

Muchos roedores crían varias veces al año. Por tanto, el otoño del área mediterránea les conviene a tales efectos. También los mustélidos pueden actuar de igual forma. Pero sólo el Lirón Careto permanece fiel a una cita otoñal con la reproducción. Parece lógico, pues este peculiar roedor de nuestros bosques ha pasado lo más duro del verano en un estado letárgico. Sabido es que muchas especies recurren al sueño para escapar a los rigores climáticos, pero casi invariablemente se trata de esquivar el frío y no el calor. Los lirones caretos reemprenden su actividad con la llegada de los días otoñales, y precisamente entonces se encuentran con excelentes posibilidades. Los frutos, bayas y granos están a su disposición, y si ha llovido, tienen incluso la posibilidad de ricos y jugosos pastos. En el mundo mediterráneo al otoño se le llama la segunda primavera.

Entonces, en sus famosos nidos arbóreos o en el interior de huras las lironas paren por segunda vez sus hasta ocho crías. Pero también hay un serio inconveniente, y es que la lactancia de los lirones resulta mucho más larga que la de otros roedores, y en años de fríos tempranos o de nieves puede perderse esta segunda camada.

Hogar, dulce hogar

Es el lirón Careto un roedor de fácil conformar en lo que se refiere a la elección de escondrijos. El bosque está completo de cubiles potenciales donde instalarse para hibernar o nidos mejorables donde parir las crías. Se trata de un gran oportunista que no da por malo un nido abandonado de urraca o de pájaro carpintero. Hay incluso citas de la presencia de lirones ocupando el nido de una gran rapaz. Si no encuentra ninguno que se ajuste a sus necesidades, construye uno propio en base a materiales tan variados como pelo de conejo y de otros vertebrados, hojas, tallos de árbol, palitroques, raíces, líquenes, musgo y, dependiendo de la avifauna de cada enclave, plumas, por lo general de palomas. El nido puede estar instalado en el interior de un tronco hueco o en un árbol caído.

Si ningún alojamiento satisface el gusto del lirón puede decidirse a construir una guarida subterránea “a su medida”. Y es cierto: los túneles son tan estrechos que sólo permiten el paso de una culebra. Pero los caretos no son tan torpes como para dejarse sorprender por un ofidio en el fondo de cualquier galería sin posibilidad de escape. En previsión de irrupciones molestas o peligrosas, el Lirón Careto ha construido varias salidas de emergencia por donde huir y dar esquinazo a sus perseguidores.

CAZA PESCA, NATURALEZA Y AGRICULTURA

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About The Author

Juan Antonio Sarasketa Arregi es miembro de Adecap y del sindicato agrario Enba. Si bien todos los artículos publicados en este blog son opiniones suyas recogidas en su blog personal www.jasarasketa.com

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