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Los murciélagos vampiros vuelven a matar

Los murciélagos vampiros vuelven a matar

Desde la Secretaría de Salud del estado de Pará, en pleno Amazonas brasileño, instan a buscar inmediatamente el centro de salud más cercano si te muerde alguno de las decenas de miles de murciélagos vampiros que habitan en la zona. Pero eso es una auténtica utopía en Río Laguna. Las chabolas que se levantan sobre el agua estancada distan 70 km del municipio de Melgaço, y el municipio de Melgaço es el peor lugar que uno puede imaginar para vivir en Brasil. Si te contagias de rabia, no hay salida. Y eso fue lo que les sucedió a catorce vecinos en una noche a principios de mayo.

En pleno Amazonas, los murciélagos vampiros se esconden bajo las ramas de los árboles durante las horas de sol. Pasan desapercibidos, son pequeños como la palma de una mano, triplicando medidas con las alas extendidas. Hacía trece años que no se veían ataques de este tipo a humanos. Aquella vez murieron dieciocho personas, todas ellas contagiadas por el virus de la rabia.

Lo cierto es que los murciélagos no tienen la culpa. Preferirían morder a otro tipo de mamíferos. Sin embargo, la falta de recursos en la zona, la extrema pobreza, el vacío de atención social, la extinción del ganado, les deja en estado de desesperación también a ellos. La miseria ha acabado con la cadena alimenticia. No les queda otro remedio.

En Río Laguna viven mil personas. Es considerado un lejano distrito del municipio de Melgaço, región de Marajó (Pará). En realidad, es una línea de raquíticas construcciones de madera en la zona oriental de la selva amazónica, a escasos 26 kilómetros del río Amazonas, en su último tramo, camino del Atlántico. El Índice de Desarrollo Humano de la zona es el más bajo de todo el país, a pesar de situarse en un entorno privilegiado, y a pesar de encontrarse el estado de Pará en mitad de la clasificación de los estados brasileños en cuanto a PIB.

Población en riesgo y sin saneamiento básico

Los esqueletos de las viviendas se van encadenando sobre pantanos de aguas residuales, auténticas cloacas al aire libre, infectadas por una colección de insectos que haría las delicias del más reputado entomólogo. No existe ningún tipo de saneamiento básico. Los pozos improvisados de las casas vienen de esas mismas dudosas aguas. Eso es lo que beben, previa dosis de hipoclorito a modo de tratamiento ambulante.

La mitad de la población es analfabeta, y luchan contra el desempleo más absoluto, casi total. Lo contratos laborales que rara vez se dejan ver, dictan salarios que no se acercan ni a los 100€ mensuales. Lo poco que se puede pescar en esas aguas, los mototaxis, la chatarra y algunos subempleos más sacan adelante a algunas familias. Otros muchos se agolpan para pedir limosna ante los barcos que pasan por su río. Casi todos necesitan como el aire para respirar las mínimas ayudas sociales del Gobierno Federal.

En ese escenario vivía o sobrevivía el niño M.S.F., de tan solo ocho años. Sus iniciales son las únicas que han trascendido dentro de la confidencialidad de este oscuro suceso, que hunde y sonroja a partes iguales a las autoridades locales. La mayoría de las víctimas eran menores de edad. M.S.F., como el resto de los niños de la olvidada ribera, antes de tener uso de razón ya están ayudando a sus familias en esos subempleos que no les permite ni conseguir una vivienda digna.

La noche en que los murciélagos vampiros volvieron a matar, los vecinos de Río Laguna dormían con 30ºC y una humedad irrespirable. Las chozas de madera sobre el agua del río, casi sin protección, abiertas a cualquier amenaza de la naturaleza, son blanco fácil para el ataque a una familia entera que descansa de madrugada. Buscan la sangre, la detectan, sienten su calor, y clavan los dientes para conseguirla. Las mordeduras se produjeron en pies y manos. Los murciélagos vampiros no necesitan mucha sangre al día, pero cuando ya no aguantan más van a por ella a conciencia. Un único mordisco es suficiente para el contagio.

Aun estando acostumbrados a las picaduras de los gigantescos mosquitos que conviven con ellos, la mordedura de un murciélago, por pequeño que sea, les sacó del sueño. El ataque afectó a un puñado de casas contiguas. Poco pudieron hacer para solucionarlo después. Es fundamental lavarse urgentemente con agua corriente –si la tienes; en Río Laguna no la tienen– y jabón, y luego repetir el lavado intensivo en el centro sanitario, a la hora de colocar el suero antirrábico.

Activación de protocolo, que incluye caza

Los servicios de salud del estado de Pará fueron avisados por el ayuntamiento de Melgaço al día siguiente, el viernes 4 de julio. Fue entonces cuando improvisaron el protocolo. Enviaron a la zona equipos de vigilancia epidemiológica y a la Agencia de Defensa Agropecuaria (ADEPARÁ), y comenzaron a aplicar vacuna antirrábica al resto de vecinos. Pero ya era tarde. El drama será difícil de olvidar.

Los catorce afectados –once de ellos niños–, repartidos entre los hospitales de la Santa Casa (Belém), el Hospital Regional de Breves y el Hospital Municipal de Melgaço, presentaban los mismos síntomas: fiebre, dolor abdominal, dificultades respiratorias, cefalea, parálisis muscular, hidrofobia, convulsiones y desorientación. La rabia afecta directamente al sistema nervioso central. Pocas veces se sobrevive una vez que aparece este catálogo de indicios.

El protocolo también incluía el suministro de material para control selectivo de murciélagos. Y comenzó la cacería. Por el momento, las batidas han podido atrapar solo cincuenta ejemplares. Cazar murciélagos vampiros no es algo sencillo, aunque en el estado de Pará hay miles: les hay incluso albinos. La estrategia, además, no pasa por matarles: consiste en impregnarles un veneno y dejarles de nuevo en libertad, para que contaminen a las colonias en las que viven.

Ya van ocho muertos confirmados, mientras las autoridades del estado de Pará son incapaces de controlar la crisis. Fernando Esteves, coordinador estatal de Zoonosis, repite como un mantra que hay que comunicar lo antes posible los casos de mordedura de murciélagos. “Buscar inmediatamente el servicio de salud más cercano a su casa para recibir orientaciones e iniciar los tratamientos con vacunas y sueros antirrábicos, según el caso.” Vitor Mateus, Secretario de Estado de Salud (Pará), asegura que: “Hasta el momento, han sido vacunados con la vacuna antirrábica 700 personas y 120 perros y gatos.”

La estructura sanitaria del municipio coloca a todos los vecinos en peligro constante de muerte. Sin vacunas ante las enfermedades que les acechan, sin agua potable, sin nada. Ese abandono por parte de la clase política duele más que las mordeduras de los vampiros, y entristece más que la misma muerte. En Río Laguna la muerte es algo esperado.

FUENTE. ELESPAÑOL.COM

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