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¿Son las especies de caza más listas ahora que antes?

Si hay algo que nos guste igual o más que la acción de cazar es contar historias en las que las especies de caza son poseedoras de dones casi mágicos y sobrehumanos con los que nos burlan consiguiendo huir de una captura a simple vista fácil. Si la cosa no va más allá que la de exagerar y disfrutar de unas risas entre amigos, no hay más que hablar. Si queremos buscarle una explicación lógica a tal comportamiento, la cosa es más bien sencillita de entender.

Lo primero de todo aclarar que no existen becadas, perdices, codornices o lo que sea haya sido protagonista de nuestros lances, que sean súper inteligentes. Su cerebro, del tamaño de un cacahuete, da para lo que da y no le busquéis tres pies al pájaro, que no los tiene.

Tras este axioma, si existen ejemplares o incluso especies que parece que se las saben todas, no hay que buscar tampoco meigas gallegas, hadas del bosque o poderes sobrenaturales en ello, solamente hace falta pensar en lo que viene rigiendo la naturaleza desde la aparición del primer organismo celular hace la friolera de 4.000 millones de años; la supervivencia del más apto. Y si un pipiolo es capaz de aprender a cantar en doce programas televisivos, imaginaros lo que es capaz de aprender un ser vivo y sus descendientes animales en esos miles de millones de años.

La ley de la naturaleza es básicamente una carrera por evitar ser comido, la evolución es el proceso para conseguir ese fin y, el comportamiento y morfología de las especies animales que hoy tenemos, representan a los ganadores de la citada carrera por la supervivencia.

Para llegar a donde están hoy, y seguir sobreviviendo, nuestra fauna ha basado su éxito en cinco grandes estrategias de supervivencia, que son:
–          -Pasar inadvertido.
–          -Percibir con todo detalle lo que sucede alrededor.
–          -Ser inalcanzable por mi depredador.
–          -Ser más rápido que mi depredador.
–          -Ser muy prolífico.
La sexta estrategia es la de renunciar a todas las anteriores y simplemente ser más inteligente que tú depredador, pero esa, solo hay una especie que la usa, la nuestra. Como se ha demostrado, actualmente es la mejor de todas las estrategias usadas por un animal en la carrera por perpetuar la especie, por eso este artículo lo escribe y lo leen humanos y no ornitorrincos (¡o eso espero!).

Pero, ¿Cómo decide una especie animal que estrategia de las anteriores usar primero? También hay una norma para ello; aquella que garantice la supervivencia con el mínimo gasto de energía.

Bajo esta premisa, tener un pelaje que se confunda con tu entorno, el permanecer inmóvil intentando pasar desapercibido y el desarrollo de los sentidos vista, olfato y oído es la primera opción y la que, por su ínfimo gasto energético está presente en todas las especies animales. La segunda opción con menos gasto energético es la de la inaccesibilidad, ya sea mediante el vuelo, el subirse a los árboles o vivir en escarpadas cumbres, en malezas impenetrables o en desolados desiertos. En las últimas posiciones estarían la de la velocidad y la fecundidad extrema. Ambas consumen enormes cantidades de energía en el animal, por ese motivo, podemos contar con los dedos de la mano aquellos animales que usan la velocidad extrema como medio de subsistencia (guepardo, impalas, liebre, galgos…) y aquellas otras que se basan en generar más descendencia que la que tus depredadores son capaces de comer como hacen el salmón del pacífico o en menor medida los roedores.

Entender lo anterior, tanto la evolución del más apto, como el orden en el que usar las estrategias de supervivencia, aclararía el misterio de lo que pasa en el comportamiento cambiante de estos últimos años con nuestras especies de caza, que son cada vez más esquivas y a las que dotamos de inteligencia, no porque la tengan, sino porque como especie tendemos a reflejar nuestras capacidades (inteligencia, fidelidad, culpabilidad…) en el resto de especies que nos rodean.  Pero para ilustrarlo mejor, veamos algunos ejemplos de caza cotidianos que casi todos habremos vivido.
 
Transferencia genética

Recuerdo con nostalgia, cuando con campana en cuello de perro, recorría el monte detrás de las becadas y éstas, se aguantaba en el suelo agazapadas y confiadas (primera estrategia de defensa: pasar desapercibido gracias a su plumaje jaspeado) permitiéndote llegar con toda tranquilidad hasta donde estaba tu perro en  muestra. Sin miedo a equivocarme, esto lo hemos vivido todos, y por tanto, aquellas becadas que aguantaban quietas nos las fuimos cargando una a una, y con ellas los genes de tranquilidad que hubieran trasmitido a sus descendientes.

A la vez, aquellas más nerviosas, libraban de la caza y conseguían trasmitir este nerviosismo y otras características a su progenie (mejora del sentido del oído, rapidez y ser inalcanzable), con lo que por esa simple razón, las becadas cada vez aguantan menos el ruidito de los beeper, detectan a los cazadores y perros con más antelación o las encontramos en zonas muy sucias y de difícil acceso. Lo dicho, no es inteligencia, es simplemente que unos mueren y otros viven, y los que viven, trasmiten esas cualidades de supervivencia a la siguiente generación y los que mueren, no.
 
La ley del más fuerte

Me comentaba otro compañero que en su (enorme) coto de caza, ya no valía la antigua teoría de que a la perdiz la pegas dos vuelos y luego la matas a perro puesto. Que desde hace ya años los (pequeños) bandos que quedaban en el coto, aguantaban cuatro vuelos potentes y no había manera de meterlas mano.

Este es otro ejemplo de selección natural. Durante años, matamos a aquellas perdices que confiaban en su camuflaje, después a aquellas perdices que aguantaban uno o dos vuelos, a continuación las que aguantaban tres, y hoy se salvan aquellas muy fuertes que son capaces de aguantar cuatro levantes. Es obvio que, cuando en ese coto consigan cazar a esas, la especie se verá obligada a aguantar cinco levantes y así sucesivamente. Como hemos explicado antes, consumida la estrategia del camuflaje y viendo que el vuelo no es suficiente para escapar del depredador, se impone el gasto físico, la inversión en músculo como la siguiente estrategia de supervivencia.

No podemos obviar el hecho de que la depredación mejora a la especie, así ha sido siempre, por tanto, la depredación es buena. Pero ojo, (lo explico al final del artículo), la carrera evolutiva, durante miles de años siempre ha sido musculo contra musculo, y solo desde hace 2,5 milllones de años, tras la aparición del género “homo” (nuestros antepasados medianamente inteligentes) se ha convertido en una carrera entre el músculo del animal contra el cerebro del hombre, y eso nueva regla es muy nueva  como para que cualquier especie se adapte  a ella con la rapidez evolutiva necesaria.
 
Conductismo alterado

“Kazando” perdices salvajes este año, invitado en un acotado de unos amigos, me di cuenta al instante de un comportamiento curioso y anómalo en las perdices que procedo a relataros. Notándose un bandito de perdices (cuatro y un tambor) acosado por mis “niñas”, y estando las mismas al borde de un robledal, el que os escribe, ya estaba pensando que se acababa la fiesta de muestras, guías y peones ante el inminente refugio del bando en la espesura. Pero las perdices se negaban a entrar en el bosque optando por correr como conejos a través de una extensa campa limpia para el disfrute visual del que teclea. Dudé que ante tal inteligencia demostrada, aquellas perdices fueran de verdad salvajes, lo juro.

No tardé en salir de mi error al llegar a una oxidada alambrada y oír el grito de mi compañero: “¡no pases de ahí que eso es el coto del vecino!” ¡Coñe! ¡Ahí estaba el truco! Claramente, a fuerza de tiroteos y meneos, los pájaros sabían que en el bosque podíamos seguir cazándolas y que había una manera sencilla de burlarnos con un menor gasto energético; ningún cazador cruzaba la alambrada.

Un comportamiento antinatural como es el de buscar refugio en una zona despejada donde el depredador puede verte, se convierte en la única solución válida al problema de la supervivencia contra el hombre. ¿Se hubieran comportado igual con un zorro? Seguro que no, pero no es inteligencia, es simplemente conductismo, prueba y error, aprender de las experiencias por el simple hecho de haber sobrevivido a ellas.
 
Evolución contra tecnología

La caza y cualquier predación sobre una especie, es necesaria y la presiona a evolucionar, a cambiar, a sobrevivir. Es una carrera, es natural y es buena, el problema empieza cuando el depredador (nosotros) somos capaces de evolucionar más rápidamente que la presa, quitando no solo a aquellos individuos menos aptos, débiles o viejos, sino a todo bicho viviente.

Cartuchos de mayor alcance, escopetas más precisas, collares con GPS o sonido de halcón, tres disparos permitidos, cazar en grupo, perros de más calidad y mejor alimentados y un largo etc, fomentan que el depredador avance a un ritmo que la presa es incapaz de asimilar y entonces, la cosa no pinta bien para ambos, pues la presa se extinguirá y el cazador se quedará sin poder cazar.

Esta vorágine tecnológica nos lleva a que cada vez queden menos perdices, becadas, codornices etc y que para poder cazarlas invirtamos en más tecnologías agresivas que con menos esfuerzo nos produzcan mejores capturas. Seguro que ahora nos reímos pensando que en unos años sustituiremos al perro por unas “google glass” con visión térmica y una app en nuestro iphone que sincronice con nuestra cuenta de Facebook todo lo que estamos haciendo en el campo, pero tiempo al tiempo, solo es cuestión del número de adeptos e ingresos económicos que esa ahora disparatada idea, genere en los futuros  cazadores.

Y fíjese en el cambio radical que con el uso de nuestra tecnología planteamos a la naturaleza y a sus ancestrales normas evolutivas. Lo normal es que la presa mejore, la especie que le da caza mejore para poder atraparla y por tanto la presa deba volver a mejorar para garantizar La supervivencia de su especie. Pero ahora, resulta que el cazador humano evoluciona muy rápido y se sitúa como veinte pasos por delante de la presa, la cual, no puede asumir un cambio ni tan rápido, ni tan evolutivamente inmenso. Hemos roto la lógica natural, por primera vez desde aquel organismo unicelular que nos dio origen a todos, la especie depredadora se sitúa por delante de la especie presa y la naturaleza no sabe cómo contrarrestar esa inversión de las leyes que la rigen.

Así que no esperemos, ni soñemos, ni imaginemos que la solución está en manos de las especies de caza o en la propia naturaleza, no señores, no se equivoquen aquellos que piensan que la perdiz está pasando una mala racha que se soluciona con un par de años de buenas polladas (¡imbéciles!) o con unas lluvias a tiempo, ¡no señores míos! La solución está por primera vez, en el lado del cazador, en nuestras manos, y yo al menos, la tengo clara. Va mi receta.

Si comentábamos que existían cinco estrategias de supervivencia, pienso que existen también cinco estrategias para que los cazadores pongamos nuestro granito de arena:
–          -Menos días de caza.
–          -Un único disparo.
–         – Máximo de dos cazadores cazando juntos.
–         – Límite a un cazador por 100 hectáreas.
–         – Alternar un año de caza con escopeta con otro de “kaza”.
La sexta solución, al igual que en el caso anterior, es usar la inteligencia, para no tomar mis propuestas como dogmas de fe, sino como primeras fórmulas para una solución urgente que debemos consensuar entre cazadores, representantes de los mismos y administración. 
Si los cazadores no tenemos “huevos” para tomar decisiones y realizar acciones decididas, las becadas y perdices no tendrán huevos que empollar en un futuro cercano.

Mire usted, hasta los “mismísimos” estoy de oír a los cazadores y a sus representantes escudarse en que la culpa de la escasez de especies de caza es del campo envenenado y de las decisiones inmovilistas de la administración. Le aseguro que yo también pienso que en esa parte hay culpabilidad manifiesta, pero en la nuestra también, y ¿no cree usted que predicando con el ejemplo, haciendo el sacrificio de no buscar siempre en la acción de caza la muerte de la presa, tenemos más razón y más argumentos para defender nuestra afición? Pues si opina igual, dígaselo a los que nos representan cuando pague las cuotas y peajes pertinentes, si es que de verdad existe alguien que represente este espíritu renovado de entender la caza, apretando menos el gatillo y pensando en “kazar” ahora, para que nuestros hijos puedan cazar (si quieren) a futuro, o por lo menos, no tengamos que enseñarles una perdiz llevándoles a Cabárceno.

El mes que viene sí que sí, el artículo que os había prometido el mes pasado. Gracias por vuestro tiempo y comentarios, pero muchas más gracias si consigo que por lo menos cambie algo, vuestro respeto hacia las especies de caza.

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0 Commentarios

  1. patxi garcia
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    Chapeau!!!! de acuerdo en todo, excepto en alguna cosa, como dice Mariano. Y en lo que más de acuerdo estoy es en lo de no tomar tus propuestas como dogmas de fe, sino como primeras formulas para una solución. Entre otras cosas por que asi de entrada, no me parecen malas.

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