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Una nueva imagen del cazador

Decía Miguel Delibes (La caza en España, 1972) que “Cazar es buscar, perseguir, levantar, tirar y cobrar un animal silvestre. El hombre que concentra en sí estas funciones, caza; el que delega todas menos las del disparo, tira.

En una sociedad como la nuestra, la caza abandonó hace tiempo su ancestral condición de supervivencia, destinada a proporcionar recursos energéticos. No obstante, a pesar de haber mudado su razón de ser original, la práctica cinegética conserva gran parte de su trascendencia cómo elemento indispensable para garantizar un porvenir prometedor del ser humano y su entorno. Dar caza a una pieza no debe nunca reducirse al hecho puntual de un abatimiento desprovisto de sentido, sino que ha de ser concebido como el final de un proceso iniciado meses e incluso años de ese lance cinegético. La caza supone cuidar a las especies cinegéticas, sus áreas de descanso, refugio o alimentación; y su práctica ha de ser respetuosa, fruto de una planificación que parta de la plena conciencia de que, como recurso natural renovable que es, la sobreexplotación puede llevar a su funesto agotamiento.

La literatura de índole venatoria es abundante y ha exprimido el perfil épico de la actividad, con narraciones enfocadas fundamentalmente a la descripción de importantes lances o viajes a terrenos ignotos donde el lector puede recrearse imaginando el cobro de grandes trofeos y especies exóticas. La literatura ha ayudado a otorgarle una dimensión “homérica” a esta práctica; sin embargo, su contribución al conocimiento y desarrollo de una actividad cinegética sostenible ha sido escasa.

A pesar de ello, en los últimos tiempos ha surgido una nueva conciencia que busca el ideal en la realización de la caza, cuyos reflejos más fieles y recientes se hallan en la aprobación de la Carta Europea de Caza y Biodiversidad, entre otros documentos. A partir de estos hitos, el nuevo contexto nos conduce paso a paso hasta alcanzar una premisa llamada a convertirse en inamovible: la caza ha de practicarse bajo una estricta planificación y sujeta a una gestión que implique tanto la conservación del recurso en sí mismo y de los hábitats en los que viven las especies cinegéticas, como de las restantes especies silvestres que comparten con ellas dichos hábitats.

Pero al imperativo de índole ambiental se le van sumando en este siglo XXI otros condicionantes de gran relevancia. Los factores sociales, económicos, recreativos o turísticos, van dotando al mundo de la caza de una nueva dimensión, cuyo valor añadido es cada vez más evidente y necesario en una sociedad marcada por su creciente carácter urbano y a su progresivo alejamiento del mundo rural. Un axioma que genera incomprensión hacia la práctica cinegética, y algo que a la postre se traduce en rechazo.

Todo ello enfatiza la obligación de desarrollar una caza basada en un modelo idóneo desde el punto de vista de la sostenibilidad social, económica y ambiental, que ya se viene haciendo. Modelo que ha de sustentarse en la mejora del conocimiento, en la aplicación de las nuevas tecnologías y en la proyección de una nueva imagen del cazador. Así, se debe seguir incidiendo en la investigación aplicada, en la difusión y promoción de la actividad cinegética y en la cuantificación de su contribución en términos globales al Desarrollo Sostenible.

Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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