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Pulpos

Pulpos

Pescar
pulpos es una de
esas aficiones que
practican con
asiduidad muy pocos
especialistas en
nuestras costas.
Durante el verano, y
cuando los
bañistas se
desplazan en masa a
las costas,
muchísimos
domingueros se
entretienen
intentando hacerse
con estos moluscos.
Pocos son los que
consiguen alguna
captura pues
normalmente
desconocen tanto las
artes de pesca como
las costumbres de
este animal. Ahora
bien, el cupo de
capturas es diferente
dependiendo de las
distintas
comunidades, incluso
en algunas
está hasta
prohibido.

Así
que antes de intentar
cazarlos conviene
consultar la normativa
del lugar. Cuanto
más bajas
sean las mareas
mucho mejor para
localizarlos y si no se
quiere perder el
tiempo es preciso
meterse en el agua
hasta la cintura para
poder experimentar la
satisfacción de
un buen lance. Es
preciso disponer de
una caña de
tres metros de largo y
un palo de un metro.
En el extremo de la
caña hay que
atar fuertemente
unos pedacitos de
tela de todos los
colores posibles, de
forma que las puntas
de las mismas
estén sueltas.
Este constituye el
cebo que debe
cogerse con la mano
izquierda. En la mano
derecha se
cogerá el palo
al que en la punta
deberá
colocarse dos
anzuelos muy
grandes, separados
uno del otro.

Dispuestos
ya los dos artilugios
hay que caminar
entre las rocas muy
despacio, paseando
el señuelo ( los
pedazos de tela ) por
la superficie, de modo
que el pulpo fije en
ella su
atención
creyendo ver una
presa. Cuando
así suceda,
alargará uno
de sus
tentáculos y
cuando crea cogerla
se hallará
sorprendido y
enganchado por la
rápida
acción del otro
palo. Hay quien suele
utilizar un solo palo
con ganchos en la
punta entre el
señuelo, si bien
es más
manejable hacerlo
con dos cuando se
trata de zonas de
muchas rocas. Al
sacarle a la orilla
conviene darle la
vuelta a la cabeza y
arrancarle el diente.
Antes habrá
cambiado de color
disminuyendo su
volumen hasta el
punto de quedarse
reducido a una
especie de vejiga
blanda y sin forma.
Dan más
sensación de
peligrosidad que la
que tienen aunque es
prudente con los de
cierto tamaño
realizar la
operación que
hemos indicado
anteriormente para
no verse mordido por
su único
diente.

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Redacción periódico digital Desveda #caza #pesca #tirodeportivo #rural #naturaleza

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Pulpos

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Mucho se ha escrito sobre pulpos monstruosos y sobre su pesca a grandes profundidades, historias que nos suenan lejanas, sin embargo nuestras costas cobijan gran número de este lúgubre personaje de pequeño tamaño. Se fijan en las rocas con sus dos brazos más largos y acechan a sus presas a las que ahogan para despedazarlas con el único diente de su boca. Tremendamente voraces, destruyen por el único placer de destruir. Su pesca es relativamente sencilla; cuanto más bajas sean las mareas, mucho mejor para localizarlos y si no se quiere perder el tiempo es preciso meterse en el agua hasta la cintura para poder experimentar la satisfacción de un buen lance. Es preciso disponer de una caña de unos tres metros de largo y un palo de un metro.

En el extremo de la caña hay que atar fuertemente unos pedacitos de tela de todos los colores posibles, de forma que las puntas de las mismas estén sueltas. Este constituye el cebo que debe cogerse con la mano izquierda. En la mano derecha se cogerá el palo al que en la punta deberá colocarse dos anzuelos muy grandes, separados uno del otro. Dispuestos ya los dos artilugios hay que caminar entre las rocas muy despacio, paseando el señuelo (los pedazos de tela) por la superficie, de modo que el pulpo fije en ella su atención creyendo ver una presa.

Cuando así suceda, alargará uno de sus tentáculos y cuando crea cogerla se hallará sorprendido y enganchado por la rápida acción del otro palo. Hay quien suele utilizar un solo palo con ganchos en la punta entre el señuelo, si bien es mas manejable hacerlo con dos cuando se trata de zonas de muchas rocas. Al sacarle a la orilla conviene darle la vuelta a la cabeza y arrancarle el diente. Antes habrá cambiando de color, disminuyendo su volúmen hasta el punto de quedarse reducido a una especie de vejiga blanda y sin forma.

Dan más la sensación de peligrosidad que la que tienen aunque es prudente con los de cierto tamaño realizar la operación que hemos indicado anteriormente para no verse mordido por su único diente. Diente que poco asusta a su enemigo, la langosta, cuya sola presencia le petrifica, por mucho que goce de una propiedad muy singular; cuando se cortan sus largos tentáculos renacen de nuevo sin sufrimiento alguno aparente.

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