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Un día para la nostalgia tortolera

Un día para la nostalgia tortolera

Cuando uno habla de la caza de la tórtola a finales de verano, tiene que recurrir a los últimos días de agosto y las dos primeras semanas de septiembre, y encima tiene que rebobinar la mente en unos cuantos años atrás para recordar una especie cuyo declive nadie puede ignorar.

Apenas hace cuatro lustros era raro el día que por estas fechas no hubiera algún ejemplar echado de noche en los arbolados próximos a nuestra costa, y en sitios cuyas querencias a pocos cazadores veteranos se les escapan. Aunque aquel panorama hoy sea prácticamente inexistente gracias a las numerosas construcciones de todo tipo que han aparecido por todos los rincones de nuestra geografía. Eso sí, los días buenos eran en los que predominaban los vientos del sur, con cielos nublados y si aparecía nuestro tradicional xirimiri, pues miel sobre hojuelas, porque la presencia de tórtolas estaba casi asegurada. La tórtola se cazaba con días de calor y con lluvias, a no confundir con las tormentas eléctricas, y los mosquitos eran siempre inevitables compañeros de viaje en las largas esperas al amanecer, normalmente disputando un puesto que se ganaba a costa de madrugones. Los que hemos crecido a las orillas de la Ría y al resplandor de los Altos Hornos de Sestao sabemos de su mágica influencia combinada, y que facilitaba unos innumerables aleteos nocturnos que indicaban que la viajera paraba su vuelo en espera de las primeras luces del alba para seguir su camino.

Todos o muchos de estos factores debieron de juntarse el pasado miércoles 14 de septiembre. Amaneció con temperaturas por encima de los veinte grados después de una noche oscura, con los cielos cerrados por nubes y que por momentos descargaron agua en pequeñas cantidades. Si algo caracteriza a la caza es que nunca resulta como las matemáticas, y los pronósticos demasiadas veces saltan por los aires, como en octubre del año pasado con las torcaces. Pero esta vez no; llegaron las ansiadas tórtolas después de una mínima presencia constatada en los últimos días de agosto. Algunas detonaciones con las primeras luces avisaron de la que sería una jornada para recordar entre los que ese día pudieron salir. Solo un pequeño detalle: era miércoles, y el número de afortunados que puede ir al monte es muy inferior al que concurre el fin de semana. Margen derecha, Margen Izquierda, cercanías de Bilbao capital, y en lugares más occidentales de nuestra costa; hoy en día las tecnologías facilitan el envío de mensajes y a mediodía del miércoles las noticias llegaban vía sms. Lástima que el receptor ya hubiera visto tres tórtolas volar después de las ocho de la mañana cerca de su casa, con detonaciones a lo lejos en ambas márgenes del Nervión. También una decena de avefrías despistadas y a lo lejos seguramente un bando de grullas en uve, además de algunos inesperados cantos de malviz. Algunos encontraron hasta codornices en las zonas abiertas y de campas. Cosas que suceden cuando en algún sitio se abre la puerta a la migración.

Ocho, dos y dos, rezaba uno de los mensajes recibidos en el móvil. Que hoy en día y hablando de tórtolas ya es mucho decir. Entre los dos, ocho, rezaba otro. Cinco y dos, un tercero, que sumaba en más de cien las avistadas, en banditos de cinco, diez y doce ejemplares. Hay que tirar de hemeroteca para recordar un día reciente similar. Menos mal que el Departamento de Agricultura esta temporada ha retrasado una semana las fechas hábiles de la media veda y se cerró el domingo 18, porque en caso contrario casi nadie se hubiera enterado. Eso sí, el pasado jueves 15 la presencia de pájaros fue mucho menor, prácticamente residual. Y los que quisieron probar fortuna el sábado y el domingo se toparon con frescos vientos del noroeste y con fuertes chaparrones intermitentes. Cosas de la media veda, ya terminada.

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Redacción periódico digital Desveda #caza #pesca #tirodeportivo #rural #naturaleza

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