Existe un paraíso en esta vida a poca distancia de nuestro mundanal ruido, que nos recuerda la simpleza de la felicidad, la dulzura y paz del entorno. Un lugar donde el tiempo no vuela, ni adelanta por la izquierda ni requiere de prisas ni bocinas para llegar antes.
El campo español despierta con el canto del gallo, el zamarreo de los cencerros o los primeros movimientos de los gorriones. El calor de la aurora alerta a las colmenas que, siempre a saliente, comienzan su labor de revolotear todas las flores de la primavera y más tarde vendrán los colmeneros a sacar el néctar del monte en bidones de bálsamo para el constipado y endulce de platos y guisos.
Los caballos relinchan al barruntar que les van a echar el rancho. Lo propio hacen las vacas al sentir el ruido del tractor. El guarda lleva largo rato en un alto oteando el careo de las reses montunas que se dirigen al encame. Y hasta ha visto dos corzos marcando territorio con el falso celo de este tiempo.
Hoy comienza el esquileo de las merinas, al otro el saneamiento de las novillas, en breve comenzarán a segar los henos de trigo y avena, y la míes más tarde para simiente y alimento. Los aceites de olivo ya se prensaron y embotellaron, y en este tiempo las pieles ya se quedaron curtidas para poder trabajarlas y hacer morrales, collares o delanteras. Con el paso del verano anterior se desecó mucha fruta sobrante y el resto se colocó en tarros para degustar las más deliciosas mermeladas.
Las yeguas están pariendo los potros que no dejan de ser la esperanza de seguir buscando el mejor de los caballos. Los artesanos vigilan que sus quesos continúen mejorando sus bodegas. Podadores revisan que se hicieron cortes limpios y los corcheros revisan la próxima pela que se llevará en los días de más calor de junio y julio.
El campo bulle, vive, siente, continua por su trocha ajena a un mundo que quiere olvidarlo. O quizás no, quizás todos los que habitan la ciudad sienten la necesidad de volver a sus raíces para respirar el amanecer de los recuerdos de juventud, volver a disfrutar de las tardes en el pueblo, los sonidos, los olores. Las esencias.
El campo español regresa a la ciudad a finales de este mayo que tan esperanzador se nos presenta. Todos sus artesanos, miembros, los que viven de él y los que de él dependen. Los que lo disfrutan y los que lo sufren.
Los que lo aman y los que lo trabajan. Iremos al Hipódromo de la Zarzuela por tres días para sacar nuestras mejores galas, nuestros productos y la más verde de las sonrisas. El campo español nos espera a la vuelta de la esquina, en Madrid, del 26 al 28 de mayo, esperando que una legión de adultos, niños, mayores y jóvenes, se reencuentren con el mundo que no corre, no adelanta y no pita en los semáforos. El campo siempre está ahí, y esta vez viene a Madrid a que le veamos. ¿Te apuntas?
PVP, horarios y entradas en https:festivaldecampo.org
Lolo De Juan
-M.J. «Polvorilla
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