Gipuzkoa concentra el esfuerzo de repoblación de la liebre europea autóctona
Leocadio Galán regenta en Altsasu la granja Larrasal en la que cría ejemplares que mantienen la genética y morfología de esta subespecie
J. Zengotitabengoa
La labor que desde hace 25 años desarrolla Leocadio Galán de forma incansable por la pervivencia de la liebre europea autóctona (Lepus europaeus), encuentra escaso eco a pesar de tratarse de una especie que “aunque no está en vías de extinción, sí que está en franco retroceso”, según sostiene el propio responsable de la Granja Larrasal, en Altsasu, que es el único que se dedica a la cría y reintroducción en su hábitat natural.
Su opinión es compartida por Juan Antonio Sarasketa, presidente de ADECAP-Asociación para la Defensa del Cazador y Pescador, que destaca además que la actividad cinegética en torno a esta especie “ha sido la caza tradicional de los vascos, porque Euskadi ha sido tierra de liebres”.
A pesar de que puede ser repoblada sin dificultad con ejemplares que responden genética y morfológicamente a la raza autóctona, se trata de una especie que desde hace cuatro décadas se encuentra en retroceso debido, en parte, a que despierta poco interés en la sociedad.
En la actualidad es la Diputación Foral de Gipuzkoa, en colaboración con la Federación de Caza de ese territorio, la única institución que realiza repoblaciones cíclicas de esta especie. “En total destinan a esa finalidad unos 10.000 euros al año para liberar a lebreles en diferentes puntos de la provincia, tales como zonas próximas a Oñati, el Goierri o en Pagoeta. Ahora se están viendo más ejemplares y se han realizado diferentes estudios que demuestran que las repoblaciones están teniendo éxito”, señala Galán.
Recuperar el interés
La situación varía ostensiblemente con respecto a Bizkaia, donde se realizaron en el pasado sueltas esporádicas, pero sin que la iniciativa haya tenido continuidad en los últimos años por lo que las poblaciones se están reduciendo, mientras que en Araba se ha constatado una buena densidad de poblaciones sobre todo en la zona de la Rioja Alavesa. En Nafarroa, por su parte, están prohibidas las repoblaciones por lo que únicamente pueden llevarse a cabo en cotos en los que hay que crear refugios de caza durante dos años, lo que retrae a los aficionados y hace que la demanda sea prácticamente inexistente.
Los lebratos de Larrasal también han sido liberados por Galán en cotos de Girona, Lleida o Asturias “donde la caza de estos animales todavía se mantiene entre muchos los aficionados”. La cifra total de ejemplares liberados se sitúa en torno al medio millar al año.
La gran aceptación que este animal tuvo en el pasado entre los cazadores “ha decaído en los últimos 40 años”, apunta Sarasketa, y el retroceso en el número de cazadores que sitúan la liebre entre sus especies cinegéticas preferenciales contribuye también en la reducción de las poblaciones. “No hay relevo generacional y para dedicarte a esta especie es necesario disponer de sabuesos, aunque los aficionados prefieren dedicar ese tipo de perros para el jabalí o el corzo. Y eso que aquí se está recuperando el ‘erbi-txakur”, lamenta.
Estudio concienzudo
Junto a la labor de recuperación que en Euskadi se concentra en Gipuzkoa, Sarasketa considera que “la recuperación de esta especie en Bizkaia sería bien acogida por los cazadores, aunque antes de liberar los lebratos sería necesario contralar las poblaciones de raposos”. Galán subraya por su parte que “en Euskal Herria no hay muchos animales que puedan ser repoblados y la liebre es uno de ellos”.
El criador de Altsasu calcula que “a lo largo de la temporada se cazarán unos 30 ejemplares en toda Gipuzkoa” y cree que, ante la ausencia de cazadores específicos de liebres, quienes las capturan son los aficionados a las becadas. A pesar de ello opina que “lo que realmente les gusta a los cazadores es perrear a las liebres; es decir, levantarlas de sus camas, seguirlas con los perros y esperarlas cuando vuelve al punto de partida”.
La labor que desarrolla Galán en su granja de Alsasua con la liebre europea autóctona está basada en un concienzudo estudio genético y morfológico desarrollado durante ocho años. “Se trata de un proyecto en el que han participado instituciones como la EHU-UPV y entidades como Neiker”, señala el criador al referirse a una raza que en su madurez oscila entre los 3,5 y los 3,8 kilos de peso.
La especie autóctona, una de las tres subespecies existentes en la Península Ibérica de la raza europea, junto a la liebre ibérica (Lepus granatensis) y la liebre de Castroviejo (Lepus castroviejoi), ha conseguido “capear por el momento el brote de mixomatosis que en tres años ha terminado con un 30% de las poblaciones de la ibérica, y que ha llegado prácticamente hasta las puertas de Euskadi”. Esta circunstancia ha animado a Galán a embarcarse en otro proyecto complementario para comenzar su granja la cría de ejemplares de la subespecie ibérica.
Foto. Igor Aizpuru EL CORREO