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Con la mirada en el cielo

Amanece, son poco más de las 7 de la mañana. A esa hora, muchos de los mortales están metidos en la ducha, cogiendo un metro, apagando el despertador, embutidos en un atasco o apurando un último rato de sueño. Paco, Sergio, Asier, Igor y Miguel también están en pie. Se han forrado de ropa de abrigo, han cogido la escopeta y se dirigen hacia los puestos. Las primeras luces del día suponen uno de los momentos más propicios para el paso de las palomas. Hay que estar listos para disparar.

El 1 de octubre se abrió la veda de caza de esta ave, que se extiende hasta el 30 de noviembre. Dos meses en los que está permitido dispararla. Por eso, el grupo de cazadores propietario del coto de Huerta de Arriba y de Canales de la Sierra aprovecha el tiempo y durante aproximadamente un mes viven y duermen al pie del cañón, en un refugio próximo a los puestos. Un paraje conocido como Santa Coloma, donde se dividen las regiones de Castilla y León y La Rioja, con unas espectaculares vistas al valle del Najerilla.

Sergio Marín, natural de Canales, en La Rioja, es el presidente de la Sociedad Deportiva La Malviz, propietaria del coto y que está formada por 22 socios, 11 de localidades próximas (Canales, Huerta de Arriba o Tolbaños de Abajo) y otros 11 del País Vasco, la mayoría de ellos empresarios que suman ya casi cuatro décadas cazando año tras año en estas tierras. A los cazadores, desde hace ya 27 años, siempre les acompaña José Martínez, conocido como Campini, que les prepara el desayuno, el almuerzo, la comida y la cena, además de un excelente café de puchero, siempre que lo necesiten para entrar en calor. «La primera comida que les preparé fueron hongos, porque nada más llegar encontramos muchísimos», recuerda el cocinero echando la vista atrás casi tres décadas.

El coto está compuesto por una línea de 16 puestos, 8 en la provincia de Burgos y otros 8 en La Rioja. «Normalmente ocupamos los once puestos centrales, que es por donde más posibilidades hay de que pasen los bandos de palomas. En cada puesto puede haber como máximo dos escopetas y nos vamos rotando de unos a otros», explica Sergio Marín. Una vez en ellos, todos, con la vista puesta en el cielo, esperan pacientes a que pasen sus presas. «Cuando uno de nosotros avista un bando toca un silbato o grita ¡palomas!, así quedan avisados los demás», comenta Paco Bravo, de la localidad guipuzcoana de Tolosa y uno de los veteranos, ya que lleva 35 años cazando palomas en la Sierra de la Demanda.

Esta temporada está siendo especialmente mala, «la peor de todos los años desde que llevo viniendo yo», puntualiza Paco Bravo. Sergio Marín explica cuáles pueden ser las causas. «Una de ellas es porque hay poca comida, no paran a comer por aquí, y la otra es que el viento es desfavorable y las ha hecho pasar por otras zonas».

A las palomas se las espera de frente, se respeta la entrada y nadie se adelanta a dispararlas. La mejor distancia para hacerlo es entre 15 y 20 metros. Siempre desde los puestos; de hecho, está prohibido desenfundar el arma fuera de estos. Estos puestos están formados por una plataforma cubierta de ramas en sus laterales a la que se accede desde una escalera y tienen una altura de aproximadamente tres metros. La Consejería de Medio Ambiente los tiene localizados por GPS y se montan y desmontan cada año.

Revulsivo económico

En toda la zona del Valle de Valdelaguna existen otros ochenta puestos, que durante este mes también están ocupados, lo que supone un importante ingreso económico para estas localidades, que cuentan con muy poca población, ya que los cazadores alquilan casas en ellos, compran en sus establecimientos, alternan en sus bares y dan vida a sus calles con sus todoterrenos de arriba para abajo. Un mes en el que los numerosos cazadores que pasan por ellos dejan dinero en la zona.

A mediodía y al anochecer son otros dos momentos en los que suelen pasar las palomas. Este año ni eso. Menos mal que siempre les queda el refugio y el buen ambiente que hay entre todos ellos. Sin duda, a falta de aves, las historias y anécdotas se convierten en las protagonistas. «Hace unos años recuerdo que nos encontramos un jabalí en el monte y se lo metimos a Campini en el refugio; cómo corría… Nos reímos mucho», afirma Paco Bravo, que cuando empieza a rememorar situaciones que ha vivido en ese refugio, dotado de ducha, baño, cocina, agua, luz y televisión (tienen la antena enganchada en un árbol unos metros más allá), no para. «En una ocasión a un compañero le vaciamos el cartucho, le quitamos los perdigones y le metimos plumas. Cuando empezó a disparar creyó que había matado a muchas», cuenta entre risas Paco.

El mus y el tute también les ayudan a pasar los ratos en el interior del refugio. «Está prohibido apostar dinero, nos jugamos tres cartuchos. También hemos prohibido hablar de política, y las mujeres, mejor sólo de visita», afirma entre risas Sergio, que cuenta cómo reparten las piezas. «Al final del día se hace un recuento de las palomas que se han matado y las sorteamos entre todos. Unos las cocinan, otros las regalan, las congelan, las embotan…». Algunos han pasado un mes entero en Santa Coloma (desde el 7 de octubre), otros han ido alguna semana, y días, los que menos disponibilidad tenían.
El domingo levantaron el campamento; aunque aún quedan 3 semanas de caza, el grueso de palomas ya ha pasado. El refugio ha cerrado la puerta. Dentro de 11 meses volverá a abrirse con la esperanza de que la temporada sea mejor y con la ilusión de poder compartir unos días con un grupo de amigos unidos por la afición de la caza.

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