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La Caza no es un pasatiempo

La Caza no es un pasatiempo

¿Qué es lo que impulsa a un cazador a despertarse temprano en la mañana, antes del amanecer, mientras “todo” sigue dormido, a tomar su rifle, acariciar a su perro y aventurarse con él entre las mil voces del bosque?.

¿Dónde está esa pasión que sobrevive en todos los tiempos y hace vibrar con las mismas emociones a tan variopinta y multiforme «población»?

¿Cuáles son las características distintivas de la personalidad del cazador?

«La caza no es un pasatiempo ni un deporte. Es una pasión que nuestros antepasados prehistóricos nos pasaron. El hombre primitivo tuvo que cazar antes de poder hacer el amor. No podía pensar en reproducirse si no podía encontrar comida».

“La historia de la caza comienza con el nacimiento del hombre, desde los inicios de la historia humana la caza se ha configurado como una práctica ligada al abastecimiento de alimentos y a la defensa de las ferias, por tanto ligada estrictamente al instinto de conservación y de supervivencia. Con el tiempo su finalidad ha ido evolucionando, enriqueciéndose de aspectos simbólicos y culturales, pero el componente instintivo ligado a su origen ha quedado indeleblemente impreso en la naturaleza humana. Freud afirmó que en la estructura psíquica, junto a los instintos de vida, coexisten instintos de muerte y ambos representan una dimensión normal del ser humano.

La agresión forma parte de la naturaleza del hombre y la personalidad sana no es la que la reprime, sino la que es capaz de dirigirla, de transmitirla constructivamente. En este sentido, podemos decir que la caza adecuada es una forma saludable de liberar tensiones, como comúnmente se reconoce para el deporte en general. En la práctica de la caza, entonces, junto al instinto, existe la expectativa: el buen cazador no es el impaciente, sino el que no tiene prisa y sabe esperar el momento oportuno para capturar a su presa.

Otro elemento importante que caracteriza al cazador es el ejercicio del poder que se expresa en la relación con la naturaleza. Originalmente era de dominación total: a través de la caza el hombre expresaba la fuerza, tanto con las formas más espectaculares y sangrientas contadas por la mitología clásica y llevadas al extremo en la cultura de la antigua Roma con los espectáculos circenses, como con formas sublimadas, como por ejemplo la cetrería, elemento distintivo de la nobleza, cuya complejidad de ejecución representó un ejemplo del dominio del rey sobre sus súbditos y seres vivos.

El poder impregna gran parte de la acción humana y en este sentido la actividad cinegética no está exenta, pero hoy en día la práctica cinegética también contempla el reverso de la moneda, la sumisión del hombre a las leyes de la naturaleza, la cultura del respeto y del cuidado del medio ambiente. protección que, si sufre daños, ya no es capaz de reproducir el encanto y el misterio de su propia belleza, ingredientes necesarios para su desarrollo. Existe entonces todo un mundo sumergido de emociones vinculadas no sólo al acto de cazar en sí mismo, sino a todo el marco que incluye rituales, objetos, lugares, relaciones con los “compañeros de viaje”, otros cazadores y perros. La pasión por la caza tiene una clara matriz familiar, representa una herencia cultural que en la mayoría de los casos se transmite de padres a hijos, las mismas preparaciones, rituales, lenguas, relatos míticos, representan elementos de mediación y transmisión de valores y modelos educativos de generación en generación que al mismo tiempo nutran el sentido de pertenencia a la unidad familiar y social de referencia y apoyen la construcción de una sólida identidad personal.

La caza favorece el espíritu de agregación, es una oportunidad de encuentro e intercambio con otros aficionados, pero también representa un espacio íntimo lleno de imágenes, sonidos, olores y sabores que evocan recuerdos del pasado, sus afectos, sus raíces.

Hablando del mundo emocional del cazador, no se puede dejar de mencionar la relación con su perro, con quien establece un fuerte vínculo afectivo. El perro es capaz de sintonizar con los estados emocionales de su dueño y literalmente absorber sus sentimientos de ira, tristeza o miedo. Estas características, presentes en general en los perros, se acentúan en las razas de caza, precisamente porque el éxito de su “trabajo” está íntimamente ligado, además de sus cualidades intrínsecas, a la calidad de la relación con su dueño.

En conclusión, el mundo interno del cazador encierra muchos significados que van más allá de la imagen de una actividad encaminada simplemente a «matar pájaros», como suelen presentar quienes no comparten sus principios y no la conocen lo suficiente como para poder expresan algunos juicios; la caza es una realidad compleja, llena de emociones, sugestiones y fuertes lazos, con perros, con “compañeros de viaje” y, por último pero no menos importante, con el medio natural que representa el verdadero hogar en el que viven y respetan los cazadores”.

«Cazador de por vida»

Antonio BUONO (07/05/2022)  

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Redacción periódico digital Desveda #caza #pesca #tirodeportivo #rural #naturaleza

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