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La huella del lobo no abandona la provincia

Los ganaderos de la provincia de Salamanca vivieron en el año 2008 su peor pesadilla debido a los continuos ataques del lobo a sus animales, que se cobraron la vida de más de 850 cabezas, cifra que ha remitido de manera notable en el ejercicio 2010 pero que no alivia la preocupación y frustración de los profesionales afectados.

Todo comenzó a principios del ejercicio 2010 cuando un ganadero salmantino, José Luis Berrocal, denunció a finales del mes de enero la pérdida de 15 terneros en poco más de cuatro meses en la finca de San Cristóbal del Monte. “Este tipo de cosas te hacen perder la ilusión; a veces tienes ganas de abandonar, especialmente cuando ves que nadie te hace caso y pierdes dinero por algo ajeno a ti”, señaló este ganadero afectado.

Durante todo el ejercicio también se produjeron ataques aislados en varias zonas de la provincia como la comarca de Ledesma, la más afectada en el ejercicio 2008 por la virulencia y la intensidad de los ataques al ganado.

Los meses de verano fueron los elegidos por el cánido para atacar la comarca del Abadengo, que fue asolada, llegando a desesperar a los profesionales de esta zona de la provincia salmantina.

Más adelante, en el mes de septiembre, Valdelosa recogió el testigo de la desgracia para un ganadero, Gonzalo Barbero, quien denunció la pérdida de siete terneros en poco más de dos semanas, más otro en el mes de noviembre. Y en este caso, el lobo fue avistado por los propios profesionales de la zona, por lo que la patrulla de seguimiento del lobo tuvo que hacer acto de presencia en la zona.

El cánido también se dejó ver en la localidad de Torresmenudas hace varias semanas, causando la muerte a más de una decena de ovejas, el ganado peor parado por los ataques del lobo.

Incidencias en El Abadengo

Por su parte, la comarca del Abadengo quedó asolada por los ataques, dejando atrás más de un centenar de ovejas muertas y el doble de heridas, muchas de éstas sacrificadas por las heridas producidas por el animal. Así, la época estival recibió los primeros ataques en las localidades de Hinojosa de Duero y Bermellar que, gracias a la prevención de los ganaderos, hizo que el lobo se desplazara a otras zonas como Lumbrales, Sobradillo, Ahigal de los Aceiteros, La Redonda y San Felices de los Gallegos, así como Cerralbo y Olmedo de Camaces.

Más tarde, durante los meses de julio y agosto, los ganaderos tuvieron que tomar medidas preventivas, por lo que muchos optaron por la mejor solución de encerrar al ganado en las naves y hacer guardia junto a sus rebaños para evitar nuevas apariciones del lobo en la zona.

Así, y según pasaba el tiempo, el enfado y la crispación de los ganaderos iba en aumento, no tanto por pasar las noches en vela, sino por la indefensión que padecían ante un problema cuya solución no dependía de ellos.

Por último, destacar que con la apertura de la temporada de caza, como era de prever, coincidió con el descenso de la cifra de siniestros en la zona, ahuyentados los cánidos por el sonido de los disparos y por la mayor actividad en la zona en cuestión.

No obstante, la huella del lobo sigue viva en la provincia de Salamanca, convirtiéndose en un problema de difícil solución ante el enfrentamiento entre la Administración y los propios ganaderos por la disparidad de criterios y la manera de solventar un problema que se ha enquistado. El ganadero respira más tranquilo, pero siempre ojo avizor esperando un nuevo ataque al ganado que tanto le cuesta criar.

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