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La muerte de ‘Iniesta’ indigna a los cetreros

Altanero y vivaz, ‘Iniesta’ escruta el cielo de la Mies de Liencres con sus enormes ojos negros. Como cada día, se ejercita en lances de caza. No atina con la presa que ha soltado su dueño. En el campo visual del halcón ha entrado un bando de palomas mensajeras. Su instinto depredador le lanza en esa dirección. Esta vez se cobra una pieza. Y desaparece.

Luis Cabeza lo busca guiado por el localizador que el animal lleva sujeto a una pata. La señal del emisor le conduce hasta un contenedor de basura en Soto de la Marina. Dentro está ‘Iniesta’, muerto y sin garras, mutilado. Es 13 de enero.

«Ese halcón era, después de mi mujer, la ilusión de mi vida, uno más de la familia. Me tenía enamorado. Despertaba la admiración de otros cetreros. El disgusto ha sido tremendo. Estábamos muy compenetrados», se lamenta Luis Cabeza, cetrero aficionado y criador de halcones en cautividad. ‘Iniesta’ era precioso, un ejemplar de talla grande, híbrido de gerifalte y peregrino. Tenía dos años y llegó a casa de su propietario, en Miengo, cuando era un polluelo de 45 días. Lo compró por 2.000 euros. Una vez adiestrado, lo valora en no menos de 3.000. Entrenaban a diario, ya fuera el tiempo bueno o desapacible.

Luis Cabeza presentó una denuncia ante la Guardia Civil de Santander el día en que murió el halcón. ‘Iniesta’ no recibió ningún disparo. Presentaba un fuerte golpe y tenía un ala rota. «Lo que más me molesta es la mutilación. Lo metieron en una bolsa con el emisor para que lo encontráramos así. Es macabro. Creo que se quedaron las garras como trofeo», supone el cetrero.

Lo ocurrido con ‘Iniesta’ no es habitual. Ni los halcones criados en cautividad suelen atacar palomas mensajeras ni los colombófilos tienen por costumbre vengar la muerte de sus aves con un garrotazo mortal propinado al depredador pillado in fraganti. Cabeza dirige directamente sus sospechas hacia el dueño de la presa. «No pongo en duda el amor de este señor por su paloma, pero fue un accidente. Le habría pagado lo que me hubiera pedido por ella. Mutilar al halcón no es forma de resolverlo».
Colombófilos y cetreros niegan que haya rivalidad entre ellos. «Nosotros trabajamos con depredadoras y ellos, con presas. También nos toca ser testigos de cómo águilas reales o búhos reales matan a nuestros halcones. Nos apena, pero lo asumimos. La mayoría de los colombicultores son respetuosos. Los ataques a sus palomares son, casi siempre, de halcones salvajes. Es un proceso natural. Las rapaces ejercen una selección en los bandos de palomas mensajeras. Eliminan a las más débiles y facilitan una depuración genética», argumenta Ramón Balbás, presidente de la Asociación Española de Cetrería y Conservación de Aves Rapaces (AECCA).
El secretario de la Federación Cántabra de Palomas Mensajeras, David Pérez Alonso, afirma que nunca han tenido problemas con los cetreros. «Nos respetamos, aunque practicamos deportes totalmente distintos.

Comprendemos que los halcones son animales salvajes y que nuestras palomas son un atractivo para ellos y para otras rapaces. No hay palomar que no haya sufrido algún ataque. Cuando un halcón nos mata una buena paloma, sentimos rabia, pero es una rabia contenida que no va más allá».
La mayoría de cetreros dispone de palomar, pero, para ellos, las mensajeras son sólo piezas de entrenamiento y alimento para sus depredadoras. Luis Cabeza reconoce que no le da «ninguna pena» la muerte de las palomas. Posee unas 300. «Las tengo sólo para los halcones, que son mi pasión». Desde su perspectiva, «no es comparable un animal con otro. El adiestramiento de un halcón requiere dedicación diaria. En la paloma, es innato saber regresar al lugar donde se ha criado».

«Un odio respetuoso»

David Pérez reivindica el vínculo entre las palomas y sus criadores y el valor de los cuidados dispensados. El mérito de la mensajera está en la distancia desde la que es capaz de retornar a su hogar y la velocidad con que lo consigue. «Si después de la suelta regresa desde Cádiz, Lisboa o París y lo hace antes que las demás, te llenas de orgullo por ella. Su pérdida es dolorosa. Si te la mata un halcón, sientes odio, pero es un odio respetuoso». Una paloma con pedigrí, genéticamente valiosa, «puede costar mil euros. Pero en países como Bélgica, con gran tradición colombófila, se llega a pagar 48.000 euros por una buena competidora».
Luis Cabeza no habría vendido nunca a ‘Iniesta’. Su halcón ya hizo presa en un bando de palomas en una ocasión anterior. Como siempre, llevaba pihuelas y cascabeles en las patas, y el emisor. El dueño del palomar lo había metido en un saco y se lo devolvió al cetrero sano y salvo. Ni siquiera le cobró por la paloma. El desenlace ha sido muy distinto ahora y la Guardia Civil investiga lo ocurrido. Aunque ‘Iniesta’ era un híbrido, el halcón peregrino es una especie protegida.

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