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Carne de Cañón

Últimamente andan los tiempos muy revueltos, mediáticamente hablando, en torno a la cinegética. Desde que el rey don Juan Carlos se rompiera la cadera en su famoso viaje a Botsuana no ganamos para disgustos. Pensábamos que ya habíamos tenido nuestra ración de críticas basadas en la hipocresía y el analfabetismo medioambiental cuando poco después llegó Rafael Méndez, periodista especializado en ecologismo, y sembró el alarmismo al publicar en El País que la carne de caza es mala y que Sanidad aconseja no comerla a niños y embarazadas por la nociva ración de plomo que lleva.

Poco importó que semanas más tarde un equipo multidisciplinar de investigadores del Campus de Excelencia Internacional Agroalimentaria (ceiA3) emitiese un comunicado en el que confirmaba la seguridad del consumo de la carne de caza aseverando que no existe ningún riesgo para la salud de los consumidores… pero ya nos habíamos comido nuestra ración mediática de descrédito.

Y mientras los focos y la tinta se cebaban gracias a la carne y el plomo con lo de siempre, nuestra querida caza, a pocos kilómetros de Madrid un grupo de cazadores luchaban por atajar uno de los problemas sanitarios más preocupantes en los que la cinegética ha sido protagonista. Para bien. Y lo hacía en silencio, animado por una Administración a la que, por diferentes motivos, no le resulta demasiado cómodo dar protagonismo al tema.

Me estoy refiriendo al brote de lesihmaniosis que ya afecta a más de 300 personas al sur de Madrid y que ha sido provocada, en parte, por la prohibición de cazar en la zona. Allí, la superpoblación de liebres que se alcanzó tras convertir Bosquesur en un gigante parque que la urbe comió al monte y proscribir la actividad cinegética, sumado al fatalismo, provocó que el parásito de la leishmaniosis encontrase en las rabonas un importante reservorio desde el que pasar, a través de la picadura de un mosquito, a los humanos. Es cierto que no hay que crear alarmismo, pero no es menos cierto que esta enfermedad no es ninguna tontería y que sus consecuencias pueden ser muy desagradables. Y también afecta con virulencia a embarazadas y niños. Conclusión a la que no se ha llegado tras analizar importantes estudios realizados al norte de Europa, como con la carne de caza, sino sobre el terreno: constatando y atendiendo a más de 300 pacientes, cifra que se incrementa cada semana que pasa.

Como tantas otras veces, la Administración no tiene término medio, y de la prohibición de cazar liebres ha pasado a dictar la situación de emergencia cinegética, ordenando el exterminio de toda la población de liebres y, ya de paso, la de los conejos. Por si las moscas. Mejor dicho, por si los mosquitos. Esta labor ha sido llevada a cabo con diligencia y rapidez, empleando para ello el uso de galgos y evitando así el ruido de los disparos que podría alertar a la población urbana de que allí se estaba ‘cazando’.

¿Alguno de ustedes ha visto, leído o escuchado la noticia en un medio de comunicación generalista sobre este tema? ¿Alguno de ustedes ha visto a nuestros ‘representantes cinegéticos’ publicitando el tema? ¿Demostrando a la sociedad y a esos sectores que tanto nos atacan que estamos ante un caso evidente y palpable de necesidad de cazar? ¿Que los cazadores cumplimos nuestra función social, ecológica e incluso sanitaria? Yo no. Pero no es algo que a estas alturas nos sorprenda. Ya sabemos que, mediáticamente, la caza es carne de cañón y que nosotros los cazadores estamos condenados a comérnoslas todas. Con plomo o sin él. Pero no es menos cierto que la desidia de aquellos que pretenden representarnos hace que uno, incluso, se llegue a preguntar si no será verdad que nos lo estaremos mereciendo. 

Un referente periodístico en materia cinegética en España. El salmantino Israel Hernández Tabernero es director de la emblemática revista de caza "Jara y Sedal".    

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Un referente periodístico en materia cinegética en España. El salmantino Israel Hernández Tabernero es director de la emblemática revista de caza "Jara y Sedal".    

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