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La extinción de especies

Para muchos amantes de la naturaleza, la extinción de una especie, su desaparición para siempre, es una tragedia irreparable, se mire por donde se mire. Poco nos importa que el protagonista sea un pez del Perú o una cotorra de las Antillas, a los que con toda probabilidad no íbamos a ver en nuestra vida, aun en el caso de que no se hubiesen extinguido.

Lo que nos trastorna es constatar que en un lejano trocito del mundo, la naturaleza se ha empobrecido, pues eso, en nuestra opinión, hace más pobre al conjunto de la humanidad.

Sin embargo, aunque pudiéramos desearlo, no cabe exigir la misma sensibilidad a toda la sociedad. Hay muchas personas que piensan, legítimamente, de forma diferente. Confundidas tal vez por el entusiasmo conservacionista, algunas de las personas consideran, a menudo, que la extinción de especies tal vez no sea un problema tan grave como se pinta, y hasta puede que ni siquiera sea un verdadero problema. ¿Acaso –nos preguntan desconcertados- la extinción no es ley de vida? ¿No han desaparecido gran parte de las especies que vivieron antes que nosotros?

Si, al igual que en los interrogatorios de las películas, tuviéramos que contestar sí o no, sin más matices, tendríamos que dar la razón a estos escépticos. Es verdad que todas las especies han de desaparecer, y también lo es que entre el 95% y el 99% de las que alguna vez han poblado la Tierra ya se han extinguido. ¿Entonces…?

Entonces hay que recurrir a los matices. Por ejemplo, todas las personas, antes o después, hemos de morir, ¿sí o no? Obviamente, la respuesta es sí. Pero eso no quita para que la muerte repentina de cientos de miles de hombres,  mujeres y niños en la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945 sea juzgada una trágica catástrofe. La razón es, simplemente, que a muchas de aquellas personas todavía no les tocaba morir, no era normal que lo hicieran. Otro tanto ocurre con las especies. ¿Podemos saber cuál es el ritmo normal de desaparición de especies?

Los paleontólogos han estudiado este asunto y consideran que en el pasado remoto se extinguían anualmente entre una y diez especies por cada millón de especies vivas. Es decir, si en el mundo hubiera actualmente diez millones de especies, deberían extinguirse entre diez y cien cada año para que las cosas fueran como han sido siempre. Sin embargo, se estima que en el siglo XXI están desapareciendo cada año muchas especies a las que aún no les tocaba hacerlo.

Otro matiz subraya la gravedad de la actual ola de extinciones. Es cierto que la inmensa mayoría de las especies que han ocupado nuestro planeta ya han desaparecido, pero muchas no lo han hecho del todo, pues aquí han dejado sus herederos. Gracias a ellas existimos los humanos. Si en la Era Secundaria, cuando los reptiles campaban a sus anchas, hubieran desaparecido los minúsculos mamíferos primitivos, en cierto modo parecidos a las actuales musarañas, no habrían dado lugar a los primates, y sin ellos no habría homínidos, y sin los homínidos el Homo sapiens no estaría hoy aquí.

En definitiva, es cierto, es ley de vida que las especies se extingan. Pero que lo hagan de la manera, y a la velocidad, en lo que lo están haciendo, encierra una grave preocupación, y puede considerarse un serio drama con potenciales graves consecuencias.

Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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