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La planificación y la gestión forestal son claves para luchar contra los incendios forestales

Los incendios forestales se han convertido en las últimas décadas, en el verano, por su frecuencia, intensidad y extensión, en uno de los principales problemas ambientales más graves de la península Ibérica, siendo una de las causas de la degradación ambiental. En el caso de Euskadi, instituciones y expertos coinciden que el momento más complicado para el monte en cuanto a incendios aún está por llegar, a partir del otoño y hasta abril del próximo año. ¿Por qué? La causa: el viento sur.

En el invierno, debido al frío, buena parte de la vegetación herbácea que se encuentra en los montes de Gipuzkoa, Bizkaia y la parte norte de Araba se seca y también los matorrales tienen menos humedad interna al disminuir el movimiento de la savia. Si a esta situación se le unen períodos prolongados de viento sur sin lluvias, situaciones habituales en el invierno, el peligro de incendio se incrementa considerablemente.

Durante el verano, al no ser las temperaturas extremas, la vegetación mantiene la actividad por lo que la humedad interna de las plantas es alta y el peligro de combustión es bajo. Además, en la cornisa cantábrica son frecuentes las lluvias también en verano.
Mientras, el bosque alavés recibe influencias cantábricas y mediterráneas, por lo que el riesgo de incendio es habitual casi siempre. Desde el invierno con los días de viento sur y cálido en la vertiente cantábrica, hasta el verano con altas temperaturas y bajo contenido de humedad en la vertiente mediterránea.

La mejora de los pastizales es otro de los factores que ayuda a reducir los incendios. Antes era habitual la quema incontrolada de matorral para la creación o mejora de los pastizales. Las diputaciones forales han mejorado los prados lo que ha conllevado una disminución drástica de esta práctica.

La lucha contra los incendios forestales es la suma de los esfuerzos que se hacen en prevención y en extinción. Sin embargo, es un debate erróneo la disyuntiva entre prevención y extinción. Los incendios deben apagarse cuando se producen y, para ello, es imprescindible contar con los medios técnicos y humanos adecuados, profesionales bien preparados que conozcan el comportamiento del fuego en los terrenos forestales y la mejor manera de atajarlo.

Por otra parte, es necesario que las instituciones que gestionan el medio natural, asuman que la lucha contra los incendios debe formar parte de la política forestal, de la planificación a largo plazo y de la gestión diaria.

Atajar los incendios cuando adquieren un tamaño considerable es imposible. Por muchos medios materiales y humanos que destinemos a la extinción de incendios nunca seremos eficaces si no conseguimos rebajar su número. Por eso, es imprescindible aumentar las partidas presupuestarias a la prevención, es decir: en aprovechamientos sostenibles del monte, en trabajos de selvicultura, en intervenciones en los bosques para ayudar a su regeneración natural y a su conservación, en atacar las causas socioeconómicas, que están detrás de los incendios. En resumen, hay que apostar decididamente por la planificación y la gestión forestal.

Por tanto, la solución a la lucha contra los incendios forestales no pasa por elegir entre la prevención o la extinción. Debe ser la suma de estos dos factores lo que nos haga más eficaces.
 Por otra parte, es necesario reconocer el gran esfuerzo, la profesionalidad y entrega de todos los profesionales que luchan, año tras año, contra los incendios forestales. Se trata sin lugar a dudas de un trabajo que requiere de formación específica, buena preparación mental y física, experiencia y un gran compromiso con la conservación del medio natural. Es muy importante que la población colabore con estos profesionales en las tareas que les encomiendan, nunca en primera línea de fuego, siempre detrás, en tareas logísticas y facilitando el trabajo a los profesionales.

El verdadero drama ecológico, económico y social comienza cuando el incendio se extingue. Es necesario planificación y agilidad en la ejecución de los trabajos de recuperación de los terrenos quemados. El impacto ecológico que supone un incendio de grandes dimensiones es inmenso, son hectáreas y hectáreas calcinadas que provocan, además, graves consecuencias económicas, sociales y humanas.

Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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