Friso
Friso
Friso
Friso

El buitre, fruto de una pésima gestión

El buitre, fruto de una pésima gestión

El norte la península, junto a Andalucía y Extremadura constituyen los hábitats donde el buitre leonado alberga sus mayores poblaciones. Mucho ha llovido desde que a principios de los años 80 se lanzaran los principales programas orientados a la recuperación de esta especie, en aquel entonces amenazada de extinción. Como decía, a día de hoy se han duplicado el número de parejas, si bien es cierto que nunca llegaron a estar en verdadero riesgo. Al menos, no en tan agudo peligro como el quebrantahuesos con menos de un centenar de parejas o el alimoche con una cifra inferior a las 2.000.

El buitre leonado ha pasado de las 8.000 parejas en la península a un total de 16.000 en el año 2000 según un conteo de la Sociedad Española de Ornitología, donde constatan también que la tendencia al alza se ha mantenido en los últimos años.

A mi juicio habría que destacar dos puntos de inflexión en la evolución de esta especie a lo largo de las últimas tres décadas. El primero de ellos, lo constituyen los programas de recuperación de especies carroñeras desarrollados en los años 80. La importancia de estos proyectos fue clave en la recuperación de la especie, ya que pusieron fin o disminuyeron ostensiblemente prácticas en aquel entonces demasiado comunes como los cebos envenenados, la rotura de huevos o la entonces ya escasa mortandad de estas aves por disparos.

A su vez, se establecieron una serie de puntos geográficos donde alimentar a estas aves con el ganado que perecía en las granjas o en el monte. Los muladares constituían un punto donde los ejemplares más jóvenes e inexpertos aprovechaban para alimentarse a diario y donde en periodos de escasez, una colonia podía acudir por alimento seguro.
No obstante, en la primera década del nuevo milenio y a causa del estallido de la crisis de las vacas locas, la mayoría de los muladares legales fueron clausurados por orden comunitaria, a fin de evitar la propagación de la enfermedad a otras especies.

En aquel entonces, hacia el año 2007, la población de buitres era considerable y hacía ya más de un lustro de que hubiera duplicado sus poblaciones. Bajo mi parecer fue entonces cuando comenzó la mala gestión por parte de la Administración, el olvido y el creciente problema con esta especie.

Con el cierre de los muladares, las colonias de buitres se encontraron sin puntos de alimento donde acudir en momentos de escasez y la pugna por la carroña se convirtió en su único recurso.

Desde entonces a esta parte, las historias sobre este animal que anteriormente pasaba desapercibido corren como la pólvora. Ataques a animales vivos, superpoblación y conflictos con la ganadería son algunos de los problemas que esta especie genera prácticamente a diario.

              

Debido a los motivos antes expuestos, la superpoblación de estas aves ha motivado el cambio de definición del buitre leonado de carroñero a depredador más que ocasional.
 
No es difícil comprobar los casos en que el parto de una yegua, vaca u oveja ha terminado con pérdidas para el ganadero. Y digo bien, pérdidas ya que no solo se han quedado sin el nuevo miembro del rebaño, sino también sin la progenitora que ha muerto de la peor de las maneras debilitada a picotazos por un enjambre de estas incontroladas aves.
Tampoco es raro escuchar historias en las que un trozo de carne putrefacto se convierte en motivo de dura disputa entre buitres, donde los que aterrizan apartan con sus garras a los ejemplares que se encuentran ya alimentándose.

O casos como el sufrido en mis propias carnes el sábado pasado y detonante de mi indignación en forma de nuevo artículo.
Transcurría la primera batida del año, con más ilusión que resultados. Los perros, aún en baja forma no conseguían encontrar rastros y mucho menos acosar a un raposo o jabalí lo suficiente como para que abandonara el espesor del bosque.

Hacia las doce del mediodía, una cierva entró a mi postura, la cual se situaba en lo alto de un andamio palomero entre dos grandes pastizales. Desde ahí podía divisar bastante más terreno del que se encontrase dentro de mi radio de acción. Me llevó unos minutos superar la duda de si disparar a la cierva, la cual majestuosa, se encontraba a unos 50 metros, ajena a mi presencia y escuchando las ladras de los perros y gritos de los ojeadores.

La quietud de la pieza y la más que apropiada distancia para el 44 Magnum me hacían consciente de que si apretaba el gatillo no habría vuelta atrás. No obstante, el constatado aumento de la especie en los últimos años y manifestado en los permisos de batida, insistentes con el abate de hembras de ciervo me hizo apretar el gatillo, pese a no estar plenamente convencido de lo que hacía.

La cierva se desplomó en el acto y su agonía no alcanzó un tiempo apreciable mayor al rigor post mortem. Aproximadamente cuarenta minutos después la batida concluyó, se sangró al animal y sin presencia constatada de las aves que nos ocupan, nos dirigimos al lugar donde daríamos la última batida antes de pasar a recoger la cierva con ayuda de algún agricultor del lugar.

A las 13:45 horas nos encontrábamos de vuelta por el ejemplar abatido, y ni siquiera la abundancia de cuervos y urracas en la zona nos hizo presagiar el panorama que nos encontraríamos. En una hora y cuarenta y cinco minutos los buitres habían dado buena cuenta de la cierva y ni tan siquiera permanecían en el lugar. Para una mayor composición de lugar, adjunto las fotografías realizadas, ya que la escena es indescriptible.

                  

Toda esta serie de ocurrencias me lleva a plantear qué está ocurriendo. ¿Hacia dónde mira la Administración? ¿Piensa tomar alguna medida? Mientras tanto los pastores espantan los buitres con cohetes y llaman a las aseguradoras.

Esta situación es fruto de lo políticamente correcto, pero sobre todo de hacer caso a pies juntillas a ecolojetas de oficina sin contacto con la naturaleza y mucho menos con la realidad diaria de lo que en ella acontece. La sobreprotección tanto legal como administrativa a la que se somete en muchas ocasiones al lobo o en este caso al buitre, excede con creces los parámetros del más puro conservacionismo.

Y es que en la regulación de la naturaleza no siempre hay que poner, sino que a veces también hay que saber quitar, y es ahí donde entra en juego la caza, el aprovechamiento sostenible, lo socialmente incomprendido y donde todo el mundo se llama andanas.
Lo que me planteo ahora es qué derroteros tomará el asunto, si matar los ejemplares necesarios a golpe de talonario y empresa privada o incentivar el escaso interés cinegético que esta especie puede suscitar y ganar dinero en vez de pagarlo.

Sé que el común de los cazadores ni se habrán planteado disparar sobre un buitre, pero no son ni uno ni dos los que hablando del tema han manifestado su curiosidad sobre el tema. En caso de existir en un futuro la posibilidad de ???recechar??? algún buitre lejos de sus habituales buitreras, donde un disparo y la muerte de un ejemplar podrían quizás causar su aborrecimiento, un tiro a buen seguro largo y complicado, donde abundarían las fuertes corrientes de aire en la trayectoria de la bala y una caminata de alta montaña serían a lo mejor el atractivo de esta modalidad.

*Las imágenes de buitres han sido cedidas para este artículo por Miguel Ángel Romero. Las fotos de la cierva son propiedad de Iker Ortiz de Lejarazu.

1 Star2 Stars3 Stars4 Stars5 Stars (No Ratings Yet)
Cargando...

About The Author

Redacción periódico digital Desveda #caza #pesca #tirodeportivo #rural #naturaleza

Artículos Relacionados