Día de Fortuna

Se dice que hay días de fortuna para pescar, pero también es cierto que reconocerlos y aprovecharlos da grandes satisfacciones, hay que “saber leer el agua” y tener oportunidades para disfrutarlos.

En los tiempos que corren, por la situación a la que hemos llegado con nuestros ríos y embalses degradados y sin posibles soluciones a medio plazo, las circunstancias de “fortuna” no se producen, la causa es bien sencilla, ¡no hay truchas!

Con este preámbulo y evocando tiempos pasados no lejanos, trata la experiencia que tuve un mes de abril en el río Araxes. Como cada jornada de pesca es singular, y a la que me refiero empezó con una fuerte tormenta con mucha lluvia, que hizo aumentar el caudal de agua que llevaba el río, subiendo mucho su nivel. Se puso el agua con un color parecido al del chocolate claro… las condiciones en las que un “viejote” experimentado, con las lombrices bien purgadas, hilo fuerte, caña robusta y hermoso chubasquero suele estar esperando.

En la lógica de la pesca, esta vez se produjo una situación de difícil explicación. Todo iba según lo previsto, ya tenía dos hermosas truchas en el cesto, cuando sentí una retención rápida del hilo, que se tensó, parecía una picada extraña, como cuando lo hace alguna pieza tocada y resabiada. Al responderle con un fuerte cachetazo, la reacción correspondiente, por la fuerza de la corriente y la profundidad del pozo, me hizo pensar que había enganchado el “truchón” de mi vida.

Con precaución, atendiendo la tensión del hilo y la puntera de la caña, sentía reacciones muy fuertes y que no alcanzaba a ver por la oscuridad del agua. Los movimientos violentos seguían, a todo esto he de añadir que en la posición en la que estaba encajado en la orilla, entre rocas, me impedía moverme.

No sabía si me latía el corazón o no… cuando para mi decepción, asomó en el agua un somier de cama,  en donde en uno de sus muelles se había ensartado el anzuelo del aparejo.

Me han pasado muchas cosas extrañas en el río, pero como la que acabo de contar, nunca.