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Cazadores y ecologistas: ¿punto de encuentro?

Pocas veces se pronuncian los ecologistas veteranos sobre el espinoso tema de la caza, aunque no sea mi caso. Quienes tienen experiencia en la conservación de la naturaleza saben que es un tema delicado. No se declaran a favor de la caza porque no son cazadores y les molestan los tiros y, también, porque su postura causaría rechazo en muchos seguidores de la causa ecologista, especialmente entre aquellos más recientes, poco implicados, poco o nada conocedores de la realidad de la caza, o integrantes de sectores más vinculados a la defensa de los derechos de los animales. 

Sin embargo, mucho de los ecologistas más activos tampoco están totalmente en contra de la caza. Son conscientes de lo que significa la existencia de fincas cinegéticas para la conservación de la naturaleza y la hecatombe que supondría que estos espacios fueran destinados a usos agrícolas o madereros, tendencia omnipresente que ha reducido de forma drástica los ecosistemas naturales en las últimas décadas. Por otra parte, las especies cinegéticas suelen tener un potencial reproductor alto, de manera que aunque se cacen su número nunca es mucho menor del que cabría esperar en condiciones naturales.

Lo cierto es que el futuro de la actividad cinegética depende de la conservación de los recursos y del mantenimiento de un entorno sin contaminar. De esto se deduce que el verdadero amante de la caza ha de ser un buen conocedor de la naturaleza y sus leyes y estar a favor de la renovación y de la vida. Este es precisamente el punto de encuentro entre cazadores y ecologistas.

Para alcanzar dicho objetivo, sería preciso que unos y otros -cazadores y ecologistas- hiciesen frente común a la hora de adoptar medidas que permitiesen la correcta gestión de los recursos cinegéticos. Tales medidas pasan por la presencia de los cazadores, como colectivos, en la defensa del medio natural y en especial cuando se trate de preservarlo de peligros derivados de grandes obras públicas o procesos contaminantes.

Sería igualmente necesario que las medidas de estricta prohibición o regulación de la caza, aplicada a la red de espacios protegidos, se extendiesen a otras zonas. Asimismo, convendría fomentar la agricultura y ganadería biológicas, que al no usar venenos ayudaría a la regeneración de la fauna, en especial la cinegética. El cazador, además, debería respetar prohibiciones como el empleo de venenos y otros métodos no selectivos. Es importante también la instauración de períodos de descanso cinegético en zonas donde haya declinado la riqueza faunística y el respeto de períodos de celo, reproducción, cría y migraciones.

La correcta gestión integral de los terrenos de caza implica la elaboración de planes para la reintroducción de especies desaparecidas y la articulación de medidas de conservación junto a las que rigen la actividad cinegética. Por último, habría que contemplar la necesidad de poner en marcha políticas forestales adecuadas para la conservación de los suelos, el clima y las comunidades zoológicas y botánicas.

Todo ello debe ser abordado desde el esfuerzo conjunto de cazadores y ecologistas, asignatura pendiente que, sin duda, urge aprobar si queremos conservar un patrimonio natural sin el que la actividad cinegética desaparecería. Y es que, aunque muchos no se lo crean, son bastante más numerosos los sentimientos que unen que los que separan a un conservacionista de un sensato y auténtico cazador.

Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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0 Commentarios

  1. Jokin
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    Tomemos nota de mucho de lo que se ha conpemplado ene ste articulo. No tengo duda de que buestro futuro y el de nuestra aficion van por ese camino. Tambien añadir a lo expuesto por Julen que los cazadores, acostumbrados a gastar dinero en la conservacion de especies cinejeticas, debemos de empezar a participar en la conservacion de especies no cienejetizas tambien.
    Un placer desayunar este sabado leyendole a Julen Rekondo.

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Químico y periodista especializado en temas medioambientales. Premio Nacional de Medio Ambiente 1998, que otorga el Ministerio y Premio Gonzalo Nardiz 2002 del Gobierno Vasco por su trayectoria destacada en la difusión e investigación en temas de conservación de la naturaleza. Miembro de Naturtzaintza-Consejo de Conservación de la Naturaleza de la Comunidad Autónoma del País Vasco, adscrito al Departamento de Agricultura y Medio Ambiente del Gobierno Vasco.

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